Si hay una voz representativa del vallenato clásico, ese que se forjó en auténticas parrandas, a punta de tradición, es la de Ivo Díaz. No podía ser de otra forma: hijo del inolvidable Leandro Díaz, a quien acompañaba siempre, podría decirse que nació para defender el folclor y su compromiso con sus raíces se reafirma en las 15 canciones que integran su reciente álbum Con el viento a mi favor.
Lo grabó con Almes Granados, acordeonero de la dinastía Granados (la familia que más coronas ha cosechado en el Festival de la Leyenda Vallenata). Y para que no quepa duda de su interés en rescatar el folclor, acudió para este álbum a compositores como Marciano Martínez, Romualdo Britto y Gustavo Gutiérrez, todos defensores de la tradición.
“Grabé, por ejemplo, una canción inédita de Emiro Zuleta –cuenta Ivo Díaz–, un autor tradicional al que le grabaron Los Hermanos López y Jorge Oñate. Tuve la oportunidad de rescatar su obra después de 30 años de no grabarle”.
Le grabó Campanitas de mi pueblo, una canción que evoca la ilusión de un hombre por ver a su enamorada en la misa.
Aunque la tradición es el eje del disco, buscó canciones inéditas. Solo tres habían sido grabadas antes: El aventurero, de Leandro Díaz; El pintor, de Adolfo Pacheco, y De poquito a poco, de Gustavo Gutiérrez.
Díaz cuenta que invitó a Gutiérrez, que varias veces ha anunciado que dejó de componer, para que volviera a intentarlo pero no lo logró. “A cambio me dio una canción que grabó él mismo hace muchos años y que no había sido muy publicitada. Por eso, la gente que la escucha cree que estaba inédita”.
Algo similar ocurrió con El aventurero, composición de su padre. “Esa la habían grabado Poncho y Emiliano Zuleta hace más de 15 años. Sentía que esa canción había quedado en el anonimato. No trascendió y quise hacer justicia con ella para que el mundo conociera el sentimiento de Leandro cuando veía que sus caminos estaban cerrados y cómo, con su tenacidad de hombre férreo, logró que el mundo conociera su música”.
Díaz incluyó una composición propia: Cincuenta, un canto de agradecimiento y de celebración de su propia vida al llegar a esa edad y del camino recorrido de la mano de la música.
“Han sido más de 30 años defendiendo la música tradicional –dice acerca de su trayectoria–. Queremos seguir defendiéndola. Por eso viene como anillo al dedo la declaratoria de la Unesco sobre el vallenato (incluyó al vallenato tradicional en su lista de salvaguarda urgente), ya que visualizó las falencias: la mayoría de los intérpretes jóvenes desconocen sus raíces y su propia identidad y tenemos la obligación de mantener ese vallenato y que nuevas generaciones conozcan a estos grandes juglares que forjaron nuestra música”. (Lea también: El vallenato en la lista de la Unesco es una alerta para preservarlo)
Cabe recordar que Ivo Díaz comenzó en 1983 grabando con el rey vallenato Rafael Salas. Después, pasó a la agrupación de Calixto Ochoa y los Papaupas, a quienes acompañó por un año. De esa etapa quedaron tres canciones grabadas con su voz, entre estas La gaitana y Quién soy.
Después de un intento de grabar un álbum con Beto Villa y Jorge Celedón, pasó a hacer pareja musical con el legendario acordeonero Colacho Mendoza. “Duramos trece años juntos, hasta su muerte –recuerda el cantante–. Fueron años llenos de gloria y enseñanza. Colacho me enseñó practicamente todo lo que sé de música”.
Entre algunos de los trabajos hechos con el primer rey de reyes del Festival, Díaz resalta su participación en el álbum Cien años del Vallenato, iniciativa de Daniel Samper Pizano y Pilar Tafur, en el que tuvieron la oportunidad de grabar homenajes a diferentes autores clásicos de este género musical.
"Al morir Colacho, pasé a formar conjunto con El Chiche Martínez, con quien grabé dos discos. Más adelante trabajé con Hugo Carlos Granados (actual rey de reyes), con quien duramos siete años –resume Díaz–. Después hice un alto y empecé con Almes (rey vallenato 2011)".
A la par, solía acompañar a Leandro Díaz (fallecido en junio del 2013) en casi todo momento. “Pude manejar muy bien esa situación –dice–. A muchos eventos a los que iba, era casi una exigencia llevar a Leandro y cuando no era una exigencia, también lo llevaba. Leandro hacía parte de mí y yo hacía parte de Leandro. Nunca hubo dificultades para que estuviera conmigo o para que yo estuviera donde él estaba. La gente se agradaba con su sola presencia. A veces lo llevaba de incógnito para darle la sorpresa a los amigos y terminaba siendo la atracción de la fiesta. Leandro fue un hombre que supo conquistar los corazones con sus canciones o su sola presencia”
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